viernes, 6 de agosto de 2010

La fiesta era de antifaces. Al menos esa era la temática. Pero unos pocos invitados se habían tapado la cara.
En la fila que se había formado en la puerta del único baño habilitado de la casa antigua, estropeada, una chica con algo de chico recomendaba una serie de tevé con sangre y vampiros.
Bailé debajo del marco de una puerta, al lado de un agujero que había en el piso de parqué. Paramos para respirar, para fumar monóxido de carbono. Entonces entró él, debajo de un gamulán que no me dejaba verlo como quería. Tampoco tenía antifaz. Ni él ni los otros dos que llegaron.
Le pedí fuego y le recomendé que aumentara la llama de su encendedor, porque tal cual estaba hablaba mal de él. Sonrió, y creo que un poco se lo creyó. Esa noche bailé tanto. Sola y no tan sola. Acompañé a la butaca, y casi sin darnos cuenta nos tomamos un vino ajeno.
Cada vez que lo miraba, más me gustaba.
- ¿Ya te vas? - le pregunté mientras se calzaba el abrigo que bastaba con verlo para que pesara. Frenó, y aunque no me acuerdo ni cómo ni cuándo, y sólo un poco dónde, nos besamos.
Ellas dicen que es espiritual y que no dejaría nada por amor. Y a mí eso me enamora.

1 comentario:

  1. Querida amiga, asistí a la fiesta que me habias invitado, que te habían invitado. Llegué primera y como para adelantarme tomé un antifaz de por ahi y también tome un poco. Recuerdo el baño, el marco de la puerta y las carcajadas de un par de nosotros que vimos a un tipo meter la pierna en el agujero del piso. No olvido el humo del vicio que ya fue y los dos que llegaron con él, el del gamulan.
    Me alegra de haber sido testigo de una bella imagen, llena de vida y pureza, en medio de tanto éxtasis, monòxido de carbono y etanol. La recuerdo a ella y al del gamulán, que en un beso de noche pasajera, se prometieron tanto, que hoy sé de su amor.

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