viernes, 19 de junio de 2009

Poco trecho del dicho al hecho

El miércoles fue una de las noches más frías de los últimos meses. Me acerqué a la parada del 8. Lo reconocí por su nuca pero no pude mirarlo. Fue sentir vergüenza para que se diera vuelta y me mirara fijo como sabiendo que estaba ahí parada desde hacía unos pocos segundos. Cruzamos algunas palabras. A él nunca se le andan cayendo demasiadas. Que estaba enfermo, y sí, que podía pasarle, que lo veía entero porque no lo aparentaba, que me iba a tomar el ex 86 para volver a Villa Luro, que lo llevaba cualquier colectivo. Y se fue en el 5 sin más. Como si tuviera mi teléfono y yo el suyo, alguna seguridad de algo, una cita comprada. Detrás venía mi 8, salvador. De haber tenido que seguir en la Rivadavia esperando mucho más, hubiera llorado.
El problema son las frases hechas, lo que se da por sentado. A él cualquier colectivo lo dejaba bien, y me quedé con eso.

jueves, 11 de junio de 2009

Periodismo justo

El crimen de Camila Arjona es uno más entre tantas otras muertes injustas que hay en Argentina. Sin embargo, en el El asesinato de Camila Arjona de Alejandro Seselovsky, ella no es una víctima cualquiera porque el artículo es más que un rejunte de datos duros como qué pasó, en qué momento y lugar. Que cuántos disparos, de qué forma, quién está a cargo del caso, y con suerte algún atinado por qué.
El periodismo gráfico, los canales de televisión, las noticias de las radios y las portadas de los buscadores en Internet están repletos de malas nuevas. Frente a lo mismo de siempre, es muy probable que uno caiga en dar vuelta la hoja del diario que en algún momento envolverá quién sabe si pescado o huevos, hacer un desganado zapping u oídos sordos, o bien cerrar la ventana virtual y pasar a otra cosa.
Pero si a Camila la muestran con su historia, cuentan la de la familia que tuvo y la que no pudo ser, qué fue de la vida de su madre después de la muerte de su hija, cómo fue la relación con su único novio, y hasta el estado en el que están las paredes de su casa y los escombros de su barrio, deja de ser un número más en el listado de víctimas y uno no puede hacerse el desentendido. Porque tanto a Camila como a cualquier otra persona las palabras pueden cajonearla o bien humanizarla. Y el texto mejor logrado es aquel que le chifla al lector que ha perdido gran parte de su capacidad de asombro en medio de la vorágine actual. El texto en definitiva es el arma que tienen los periodistas para hacer justicia.